miércoles, enero 19, 2005

La llegada de Torrante

Cuando murió mi última gatita me dije: no más gatos, por ningún motivo, por ninguno, ninguno No soy especialmente aficionado a los gatos pero soy admirador de su fuerza, agilidad e indiscutible gracia de felinos. A mi fallecida gatita la observé en varias ocasiones subir al níspero, edificio de departamentos de cualquier alado que necesite habitación, y bajar con un gorrión en su boquita, abrirlo en canal y disfrutar de su caza. ¡Tan dulce ella! Unos maullidos claramente desesperadas peticiones de auxilio. Interpreto, ¿o traduzco? o ¿intuyo? Tú eres mi única y última oportunidad de vivir. Encimado en un muro divisorio un bulto con cierto parecido gatuno, impresionante por lo flaco, huesos envueltos en forro sucio, con pelos larguísimos colgando por algún lado y carente de pelos en otras zonas. El hocico fuertemente cerrado con varios centímetros de lengua blanca sucia con marcadas estrías casi sangrantes colgando. Lo invité a bajar y le puse un pocillo de agua a la vista. Dadas sus experiencias con la especie viviente racional no iba a confiar de buenas a primeras en uno de ellos y se produjo una paradoja, me pedía auxilio y no lo aceptaba. Buscando una solución opté por colocar el agua y otro pocillo con alimento para perros, no disponía de uno para gatos, sobre el techo de un galpón y me alejé, me retiré del lugar. Volví horas después y había bebido y comido moderadamente, estaba echado a algunos metros del lugar de su último, inesperado y, dudoso festín. Para que los canso. Me costó varios días conseguir que me permitiera acercarme a cerca de un metro de él. Cuando me permitió que le tocara la cabeza, solamente una vez y se retiró, ambos sentimos que comenzaba una amistad.
Le dediqué un apelativo: “atorrante”. Evelyn lo desposeyó de la “A” y ahora es “torrante”.
No lo llevé a veterinario. Consulté con uno que me indicó antiparasitarios intestinales. En los siete u ocho meses que llevamos juntos sigue flaco, casi esquelético y con gustos y exigencias bien definidas en su alimentación. Acepta una sola marca de pelets [así los mentan, así lo escribo] y, será mi suerte, le gustan los más caros. La vida es injusta. Y los gatos también.